De puertas para dentro me
alucina la cantidad de palabras que pueden llegar a emplearse en las redes, (para
un público duro, ya que estamos llenos de conceptos lógicos y razonados), para advertir que la construcción de la vida
está dentro de uno e invitarnos a mandar a la mierda a todo aquello que nos
induzca a pensar que las cosas (el Estado, etc), nos van a devolver identidad y
esencia…. Pero si ya no se sustentan en nada!!!!. Los poderes que nos han
gobernado (política, ciencia, religión, economía), ya han dejado de tener
sentido por haber perdido la credibilidad. Han perdido su crédito, por milenios sustentado en una inteligencia
mentirosa por estar llena de contradicciones, hasta llegar al absurdo presente que hemos
creado entre todos.
El sistema se muere y a la
vez, tenemos pánico de lo que pasa en estos momentos de trance porque no
tenemos ni idea de cómo va a ser el desenlace, ni cuánto va a durar su lucha
por sobrevivir, ni qué será capaz de hacer para lograrlo. Mientras tanto hemos
de estar atentos, porque al igual que cualquier moribundo que no tiene paz, y
que no sabe aceptar su destino mortal, va a intentar vampirizar la energía
humana a su antojo, con capricho, sin ética, ni respeto, ni benevolencia.
Perdemos el tiempo miserable mente intentando comprender intelectualmente este
proceso que sólo se entiende después de no entenderlo, y aceptarlo. He hecho
unos cuantos acompañamientos terminales, y sí, el trance es duro, la energía
densa, la atmósfera grave, pero es inevitable. Hay que pasarlo. Mantener la esperanza cuando ya el cuerpo y el
halo de vida que lo hace estar vivo lo ha abandonado (en el caso del sistema
somos los propios humanos los que hemos hecho que viva, dándole el permiso para
gobernarnos) es como mantener a un moribundo enchufado a las máquinas para que
mantenga sus constantes vitales activas…
mandando señales a través de las pantallas. Un cuerpo anciano,( el sistema es
muy, muy anciano) no resucita, ni vuelve
a tener 20 años. Creo que lo más prudente, es aceptarlo, e ir desconectándonos poco
a poco de esa tensión agónica, que nos mantiene en vilo y hacernos a la idea de
que nos hemos quedado huérfanos, empezar a amortajarlo, y hacer bien el duelo dejando espacio libre para crear una nueva forma de
movernos, y desenvolvernos en el mundo.