Ordenaron que le pusieran una venda en los
ojos. Después tapones en los oídos y una mordaza en la boca. ¡Ciego, sordo y
mudo!, ideal para los de "la orden". Ya habían conseguido otro adepto
para sus fines particulares, que no eran otros que dejar a los fieles sin
sentidos y a la iglesia despoblada de inteligencia. Eso sí, a cada miembro le
daban un llavero con la figura del mono sabio.
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